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miércoles, 2 de noviembre de 2011

JEAN PAUL SARTRE Y LA FILOSOFIA HUMANISTA


Sartre presenta y defiende la tesis de que el existencialismo es un humanismo, del siguiente modo: "Muchos se maravillarán de que aquí se hable de humanismo.  Veremos en qué sentido lo entendemos como tal.  En todo caso podemos decir inmediatamente que entendemos como existencialismo a una doctrina que hace posible la vida humana y que, por otra parte, declara que toda verdad y toda acción implican tanto un ambiente como una subjetividad humana.  Nuestro punto de partida es, en efecto, la subjetividad del individuo, y esto por razones estrictamente filosóficas... No puede haber, en principio, otra verdad que esta: yo pienso, por lo tanto soy.  Esta es la verdad absoluta de la conciencia que se aprehende a sí misma.  Toda teoría que considere al hombre fuera del momento en el cual él se alcanza a sí mismo, es antes que nada, una teoría que suprime la verdad, porque fuera del "cógito" cartesiano todos los objetos son solamente probables y una doctrina de probabilidad que no esté sostenida por una verdad, se hunde en la nada.  Para describir lo probable, es preciso poseer lo verdadero.  Entonces, para que exista una verdad cualquiera, necesitamos una verdad absoluta; y ésta es simple, fácil de lograr, puede ser entendida por todos y consiste en aprehenderse a sí mismo sin intermediarios.  Además, esta teoría es la única que da una dignidad al hombre, es la única que no hace de él un 'objeto' ".  Pero diversamente de cuanto ocurre en la filosofía cartesiana, para Sartre el "yo pienso" reenvía directamente al mundo, a los otros; la conciencia en su intencionalidad es siempre conciencia de algo. Continúa Sartre: "De esta manera el hombre que se aprehende a sí mismo directamente con el 'cógito' descubre también a todos los demás, y los descubre como condición de su propia existencia.  Él cae en cuenta de que no puede ser nada... si los otros no lo reconocen como algo.  Para obtener una verdad cualquiera sobre mí mismo, es necesario que la consiga a través del otro.  El otro es tan indispensable para mi existencia, como para el conocimiento que yo tengo de mí.  En estas condiciones el descubrimiento de mi intimidad me revela al mismo tiempo al otro como una libertad puesta frente a mí, la cual piensa y quiere solamente para mí o contra mí.  Así descubrimos inmediatamente un mundo que llamaremos la intersubjetividad, y es en este mundo que el hombre decide sobre lo que él es y sobre lo que los otros son".
Después de esta premisa metodológica, Sartre pasa a definir lo que es el hombre para el Existencialismo.  Todos los existencialistas de distinta extracción, cristiana o atea, incluso Heiddeger, para Sartre concuerdan en esto: que en el ser humano la existencia precede a la esencia.  Para aclarar este punto, Sartre usa el siguiente ejemplo: "Cuando se considera un objeto fabricado, como por ejemplo un libro o un cortapapel, se sabe que tal objeto es obra de un artesano que se ha inspirado en un concepto.  El artesano se ha referido al concepto de cortapapel y, al mismo tiempo, a una técnica de producción preliminar que es parte del concepto mismo y que en el fondo es una receta.  Por lo tanto, el cortapapel es, por un lado, un objeto que se fabrica de una determinada manera y, por otro, algo que tiene una utilidad bien definida...  Diremos entonces, por lo que concierne al cortapapel, que su esencia (es decir, el conjunto de los conocimientos técnicos y de las calidades que permiten su fabricación y su definición), precede a la existencia...  En la religión cristiana, sobre la cual se ha formado el pensamiento europeo, el dios creador es concebido como un sumo artesano que crea al hombre inspirándose en una determinada concepción, la esencia del hombre, tal como el artesano común crea el cortapapel...  En el Setecientos, la filosofía atea ha eliminado la noción de dios, pero no la idea de que la esencia del hombre precede a su existencia.  Según tal concepción, 'esta naturaleza', o sea, el concepto de hombre, se encuentra en todos los hombres, lo que significa que cada hombre es un ejemplo particular de un concepto universal: el hombre...  Pero el existencialismo ateo que yo represento -prosigue Sartre-, es más coherente.  Si Dios existe, hay por lo menos un ser en el cual la existencia precede a la esencia, un ser que existe antes de ser definido por algún concepto.


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